En una decisión histórica, los 32 países miembros de la OTAN acordaron este miércoles en su cumbre en La Haya, Países Bajos, un incremento sin precedentes en el presupuesto destinado a defensa. El nuevo objetivo fija que cada nación miembro deberá destinar el 5% de su Producto Interno Bruto (PIB) a gastos relacionados con seguridad y defensa, marcando así un giro drástico en la política de gasto militar de la alianza.
Este acuerdo, que responde directamente a la presión sostenida por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien desde su llegada a la Casa Blanca ha exigido reiteradamente un mayor compromiso financiero de sus aliados, busca robustecer la capacidad colectiva de la OTAN frente a los crecientes desafíos globales de seguridad, particularmente tras la guerra en Ucrania iniciada en 2022.
Mientras muchos gobiernos europeos y Canadá reconocen las dificultades económicas que representa incrementar sus presupuestos militares en un contexto de crisis inflacionaria y altos costos sociales, coinciden en que la amenaza actual, principalmente de origen ruso, justifica el esfuerzo.
Nueva fórmula para dividir el gasto en OTAN
Bajo este nuevo esquema de financiamiento, el gasto no solo crecerá, sino que también se diversificará. Del total del 5% del PIB, un 3.5% será destinado a defensa convencional, es decir, fondos destinados directamente a tropas, armamento, municiones, vehículos blindados y aviones de combate. El objetivo es fortalecer las capacidades tradicionales de las fuerzas armadas ante posibles conflictos armados convencionales.
Pero el resto del presupuesto no se quedará exclusivamente en lo militar. El 1.5% adicional del PIB se asignará a lo que la OTAN ha denominado como medidas ampliadas de defensa. Este apartado incluye inversión en ciberseguridad, blindaje de infraestructura energética como oleoductos y gasoductos, protección de redes de transporte estratégicas, y la adaptación de carreteras, puentes y túneles para soportar el movimiento de equipo militar pesado.
Esta nueva fórmula reconoce que las amenazas actuales trascienden el campo de batalla tradicional, extendiéndose al ciberespacio, la infraestructura civil crítica y la capacidad logística de despliegue rápido, un punto clave en la estrategia defensiva de la alianza atlántica.
The Hague Summit Declaration issued by the Heads of State and Government participating in the meeting of the North Atlantic Council in The Hague#NATOsummit
— NATO (@NATO) June 25, 2025
El temor ruso impulsa el aumento
La invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022 transformó por completo la percepción de seguridad dentro de Europa y reactivó debates que llevaban años postergados al interior de la OTAN. Lo que inicialmente se percibía como un conflicto regional se convirtió rápidamente en un catalizador para que la alianza reconsiderara sus niveles de preparación militar.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien hasta hace poco fuera primer ministro de Países Bajos, reconoció que alcanzar estos nuevos niveles de gasto implicará “un enorme reto fiscal para muchos de los aliados”, pero sostuvo que el consenso es firme: “dada la amenaza rusa y la situación internacional, no existe alternativa”, subrayó durante su intervención.
El temor de que Rusia pueda extender su influencia o escalar sus acciones militares más allá de Ucrania ha empujado a los países europeos a superar antiguas reticencias sobre el aumento del gasto en defensa, incluso en naciones tradicionalmente más reacias como Alemania, Bélgica o Países Bajos.
La situación ha generado además un efecto dominó, pues los países del este europeo —como Polonia, Estonia, Lituania y Letonia— ya han venido incrementando sustancialmente su inversión militar desde el inicio de la guerra, argumentando su cercanía geográfica y la vulnerabilidad frente a un potencial avance ruso.
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